lunes, 1 de julio de 2013

¿Podemos considera el Protocolo como una ciencia?


 La nueva ubicación del Protocolo como carrera universitaria, con todos los niveles previstos, obliga a un replanteamiento de su consideración como mera técnica formal al servicio de la imagen y la representación simbólica de las instituciones y los organismos, a través de los actos públicos. Su inclusión entre las carreras tradicionales de la Comunicación, de mayor abolengo y trayectoria, requiere dotarla de líneas de investigación rigurosas que supere la mera casuística meramente descriptiva de ceremonias y ritos, para profundizar en el estudio social, jurídico e histórico de los elementos que la conforman. Al convertirse en una carrera específica debe desarrollar, para serlo, su propio ámbito científico.

Fue en la Universidad de Sevilla, donde la Doctora María Teresa Otero Alvarado presentó la que puede ser considerada primera tesis con el rigor y la calidad de una verdadera investigación sistematizada, si bien su contenido se apoya en un desarrollo diacrónico a través de otras ciencias, especialmente la historia. Desde entonces, ya son muchos los investigadores que se han adentrado por este camino con variada suerte, pero siempre con notable afán de dar a sus trabajos la máxima calidad.
Lo científico se entiende, en cada ocasión, según la conveniencia de quien lo define. De modo que corremos el riesgo de considerar como científico algo que no lo es. O al contrario. ¿Es el protocolo una ciencia como tal? Si tomamos con referencia el mercado bibliográfico, nos asalta la primera duda: existe una interminable serie de monografías al respecto que, o bien tienen un carácter de manual práctico, descriptivo de la casuística más variada, pero que no siempre profundiza en el porqué de sus afirmaciones; o bien se trata de trabajos históricos, donde el relato de episodios del pasado, situaciones anecdóticas o sucesos variados extrae consecuencias sociológicas o políticas que sí elevan el rango de la publicación.

Podríamos argumentar, en este caso, que el “Protocolo” no tiene fines propios, sino que es un instrumento para mejorar la presentación en público de las instituciones o, si se prefiere, visualizar el poder, la jerarquía y el rango de los personajes y las instituciones públicas. Por lo tanto, no pasaría de ser una técnica, pero sin los requisitos para ser considerado propiamente una ciencia. Pero quienes defienden su vigencia como conocimiento específico replican que lo mismo ocurre con las Relaciones Públicas, la Publicidad o el Periodismo, que carecen de objeto propio por sí mismos, sino que son artes al servicio de otros fines. No es menos cierto que incluso las ciencias más puras son ciencias de la utilidad; es decir, son aplicables a objetos distintos del conocimiento mismo. Dicho de otro modo, sirve para algo a la sociedad.
Por lo tanto, hemos de fijarnos si, por sus propios contenidos, el protocolo permite desarrollar una teoría científica a partir de los postulados ordinarios del trabajo intelectual. Este paso nos lleva a situarlo dentro de otra concepción de la Ciencia como recopilación de técnicas y métodos que nos permiten organizar de forma objetiva y accesible un conjunto de información, que puede ser adquirida a través de la experiencia o de la deducción. Entonces será una ciencia.

Hemos de ubicar necesariamente el protocolo en el territorio de las llamadas “Ciencias Formales” que, como su nombre lo indica, estudian las formas. Y nuestros hechos son los acontecimientos sociales de cierto rango, no los hechos naturales; pero que están sometidos a unas determinadas reglas, usos y tradiciones formales, expresados a través de la etiqueta y el ceremonial, muchas veces sustentado en la tradición y en los usos sociales consolidados.
Con todos estos antecedentes, será posible construir una verdadera Ciencia del Protocolo en la medida que se sigan los parámetros fundamentales para construir un genuino saber científico. Partir de hechos ciertos, investigarlos y obtener conclusiones. Analizar y desmenuzar esos hechos, estableciendo relaciones entre ellos, tratar de descomponerlos, de entender sus componentes; intenta descubrir los elementos que componen cada totalidad, y las interconexiones que explican su integración. Los resultados han de ser expuestos con claridad y deberán ser verificados.

 

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