martes, 2 de diciembre de 2014

A los seis meses de la abdicación de Juan Carlos I, la Monarquía pretende reinventarse con gestos irrelevantes

El pretendido nuevo estilo son una serie de detalles menores presentados como grandes novedades, acuciados por la necesidad de aparentar modernidad

Estos días, los turiferarios más conocidos, los periodistas de cámara de mayor renombre, los émulos de los que se cambiaron por las mulas de Fernando VII, lanzan las campanas al vuelo, despliegan la trompetería más servil para proclamar su goce por la gran efemérides, se cumplen seis meses de que el sucesor del Caudillo a título de Rey cambió su rol de Rey activo por Rey honorario, meritorio o vaya usted a saber exactamente qué. Insólita figura, duplicidad no contemplada en la Constitución, que tanto se invoca como texto inamovible cuando conviene.
Veamos las grandes novedades de Felipe, a tenor de lo que publica la Casa Real y propalan sus más leales y entusiastas siervos.
-- Prohibir a los miembros de la familia real que trabajen para empresas públicas o privadas. Sólo podrán desarrollar las actividades institucionales que les encargue el Rey o, en su caso, el Gobierno, cuando requiera su aprobación. Pero eso ya caía de cajón, ya que podían ser considerados como “funcionarios” que cobraban del Estado hasta ahora. Lo anormal es lo que ha venido pasando y pasan.
-- Los miembros de la familia de Felipe VI, que no formen parte de la familia real, no desarrollarán actividades institucionales ni percibirán retribución del presupuesto de la Casa del Rey. De momento, no sabemos si la infanta Elena está dentro o fuera de ese concepto de familia, porque la siguen mandando a representar a la Corona a los más diversos menesteres.
-- El establecimiento, antes de que finalice 2014, de un régimen jurídico de los regalos recibidos por los miembros de la familia real. Lástima que no alcance la devolución de otros que no sólo se disfrutaron, sino que se pulieron y cuyos beneficios aparecieron en Suiza, como la venta de la isla de Cortegada, en Galicia.
-- La aprobación de un código de conducta para el personal de La Zarzuela que incorpore principios de buen gobierno. ¿Para qué? Todo el personal de la Administración del Estado debe cumplir sus deberes con probidad y honradez.
-- A partir de 2015, las cuentas de la Casa del Rey estarán sometidas a una auditoría externa realizada por la Intervención General del Estado. ¿Qué cuentas? ¿Sabremos de verdad lo que cuesta la Casa Real o sólo el presupuesto oficial específico, que deja fuera los costos de la Institución que cubren Hacienda, Interior, Defensa, Transportes y Asuntos Exteriores?
Estos últimos días, se han añadido “como novedades relevantísimas” medidas tan renovadoras como
-Cambio del mástil de la bandera en el Complejo de la Moncloa y reducción a cuatro ocasiones, la ceremonia ordinaria de izado y arriado.
-Supresión de la expresión “Que Dios guarde” en el encabezamiento de las invitaciones de la Casa Real.
-Clasificación de los ciudadanos en función de sus tendencias sexuales, convirtiendo en “un colectivo” a los heterosexuales; de modo que los ciudadanos no se seleccionan por lo que son o representan, sino por sus pulsiones más íntimas.
¿Y qué pasa con los privilegios de que gozan los miembros de la familia del Rey en cuanto a viajes, uso de zonas Vips de los aeropuertos, escoltas (incluido el justiciable Urdangarín? Salvo lo que ahora se nos presenta como núcleo reducido de la familia, ¿se suprimirán los otros miembros de la familia (infantes) en el orden de precedencias del Protocolo oficial que trasladan al presidente del Gobierno, elegido por los ciudadanos y demás cargos democráticos, a partir de la 8ª plaza?
La monarquía es la misma de siempre, con apenas un pobre maquillaje.
¡Ah!, pero están muy contentos. Las tres personas mejor valoradas de España, en el escenario político son Felipe I, Letizia Ortiz y Pablo Iglesias.
Es que éste es un país con mucha guasa.

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