En una conferencia pronunciada en Vigo, el general Félix Sanz Roldán,
ahora jefe del CNI, y entonces presidente de Junta de Jefes de Estado Mayor, reconoció
que los famosos “Pactos con los Estados
Unidos” fueron una cesión de soberanía. En la soberanía nacional pensaba
yo, a propósito de la decisión norteamericana de incrementar su despliegue en
suelo español, cuando escuchaba el discurso de la Pascua Militar de Felipe VI,
tratando de hallar alguna idea nueva que no fueran los manidos tópicos de
siempre y, sobre todo, la reiteración en equívoco, tan peligroso para la
mentalidad de los militares de que el mando que ejerce el Rey sobre los
ejércitos es meramente simbólico, ya que tal mando efectivo corresponde al
poder civil; es decir, al Gobierno. O sea, que seguimos alimentando la misma
confusión constitucional.
El joven monarca sigue alimentando confusiones, Gusta en decir como su
padre, que tiene una especial relación con los militares, distinta de la que
puede mantener, por ejemplo, con los empleados de correos o los profesores;
porque “él es uno de ellos”. Los militares son una institución del estado,
formada por ciudadanos comunes, tan honorables como los electricistas o los
fontaneros, con una misión concreta: mantener una fuerza en presencia para la
defensa nacional, en la que, a la hora de la verdad, nos integramos todos los
ciudadanos. Y no son ni pueden ser otra cosa, contra lo que el manido discurso
de los Borbones insiste en hacer creer.
Pero no se puede obviar que sobre
este seis de enero planea nuestras especiales relaciones defensivas con los
Estados Unidos, de tan mala experiencia, si nos atenemos a los hechos a los que
ahora me referiré, y dejando al margen el episodio de Palomares, en que
estuvimos a punto de sufrir un desastre nuclear, cuando tras el choque de dos
aviones, perdieron varias bombas atómicas, cuyo rescate fue digno de un filme
de Berlanga.
Hace tiempo que Kissinger, secretario de Estado norteamericano, dejó claro
que toda la política exterior de su país no tenía otro objeto que su nación
fuera la más poderosa de la tierra, con las líneas o acciones que le conviniera
en cada caso. Más claro, imposible. La misión principal de la unidad de marines
desplegada en Morón –que se quiere incrementar- es “la ejecución de operaciones de respuesta ante crisis, contingencias de
ámbito limitado y operaciones logísticas para proteger a ciudadanos
norteamericanos, instalaciones y otro personal que se designe en regiones del
norte y oeste de África”, según informó el Gobierno español. Con ser
amplias, esas no son las únicas tareas a las que pueden dedicarse. Depende de
lo que, como dijo Kissinger le interesa a los norteamericanos en cada momento.
En cuanto a Rota, el ínclito Zapatero ya les había dado todas las facilidades
para la ampliación de su despliegue naval. Despliegue a la carta, sin la menor
discusión.
A los americanos ahora la cosa les corre prisa. Madrid ni Washington
quieren dejar el asunto para el Parlamento salido de las próximas elecciones,
en el que quizá no haya una mayoría tan clara para aprobarlo. Y el Gobierno no
oculta su propósito de pactar la reforma con el PSOE, que gobierna además la
comunidad andaluza, donde están las bases de Rota y Morón. Pero la decisión de
los norteamericanos exige modificar el convenio de Defensa. Pero no va a ver
problema con el PSOE en este sentido.
Con respecto a la soberanía y a la
sombra de los Estados Unidos sobre nuestra política de defensa, quiero recordar
dos cosas: Angel Viñas, catedrático de Estructura Económica, en su libro “Los pactos secretos de Franco con Estados
Unidos”, reveló el modo en que Franco subordinó 1953 la legislación
española a los intereses norteamericanos. Dice Viñas que el convenio defensivo
España-Estados Unidos implicaba la autorización para que en nuestro país se
ubicaran fuerzas de Estados Unidos y personal militar y civil de tal
nacionalidad al servicio de las mismas. Las fuerzas armadas, uno de los más
claros exponentes de la soberanía de un Estado. Fue una contradictoria
concesión vergonzante.
Si el franquismo había hecho dejación de algunos atributos de la soberanía
en relación con las modalidades de utilización de las bases, el retroceso no
sería menos profundo en el ámbito jurisdiccional. Dice Viñas que lo que no
supieron los españoles es que, “a la zaga de los convenios de 1953, el
régimen aceptó un estatuto jurisdiccional para los norteamericanos que
constituía ni más ni menos que una derogación del sistema jurídico español,
elaborado naturalmente al margen del normal proceso legiferante de España. Por
añadidura, tal derogación fue secreta, pues secreto fue su fundamento”. Es
decir, que podía ocurrir -y ocurrió- que un ciudadano español que tuviese
problemas jurídicos con estadounidenses no sólo se viera desamparado por la
ley, sino que además ignoraría el motivo, dado que el texto de los acuerdos en
materia jurisdiccional fue, aparte de anómalo, secreto. Si un norteamericano
cometía –como cometieron- un delito en España quedaba amparado por su fuero
personal y no podía ser detenido ni procesado por las autoridades españolas.
Y así se mantuvo la situación hasta 1970, aunque dudo de que todo o parte
de aquellas cesiones vergonzantes no estén de algún modo o espíritu vigentes. Aznar,
en este sentido, fue muy tolerante en la etapa Bush. En materia civil, el
silencio de los convenios fue casi absoluto; no obstante, se estableció en el
acuerdo técnico secreto y en el de procedimiento número 16 una cláusula de
inmunidad de jurisdicción a cuyo tenor los “miembros
de las fuerzas de Estados Unidos no estarán sujetos a la jurisdicción civil de
los tribunales o autoridades españoles por actos u omisiones originados por el
cumplimiento de sus deberes oficiales”.
El segundo y tan grave aspecto de nuestras relaciones con los Estados
Unidos es que, cuando el ejército marroquí, disfrazado de “Bandas rebeldes” nos
atacó en Ifni, España no pudo usar el armamento entregado por los Estados
Unidos en defensa de nuestros intereses, porque los famosos acuerdos prohibían
el uso de esas armas y dotaciones contra países aliados o amigos de los
norteamericanos, como era y es Marruecos.
Visto el pasado, yo no me fiaría mucho, llegado el caso.
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